16 de agosto de 2009

Contaminacion en Arroyos de La Plata, un crimen ecologico...

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Fuente: Diario el DIa, edicion digital

La Plata
Sheila y Roberto Arias juegan a la orilla de El Gato en el barrio El Triunfo. Su familia es una de las cinco mil que viven a su vera Roberto Pennone, a orilla del arroyo Rodríguez, donde termina buena parte de los desechos cloacales de Romero

ARROYOS DE LA REGION
Una bomba sanitaria y social
Convertidos en cloacas químicas, El Gato y el Rodríguez concentran cada vez más familias a su vera
Por NICOLÁS MALDONADO

Una bruma espesa, como un nube venenosa, se alza sobre la superficie del agua. A la vera del arroyo El Gato, en Ringuelet, el día comienza con una pestilencia que hace difícil respirar. De nada sirve cerrar ventanas y puertas. El olor -una mezcla de materia fecal y químicos- se cuela por las hendijas de la casa de Pascual Zárate (56). Aunque se ha pasado la vida subsistiendo con lo que otros tiran; aquello -dice- es "una maldición". No se refiere sólo al olor, sino al paisaje que se ve desde la ventana de su cocina. Donde alguna vez hubo un arroyo, hoy existe una cloaca que se abre camino entre montañas de pañales, botellas y bolsas de basura a lo largo de kilómetros.

Tras años de impunidad ambiental, El Gato y otros arroyos que atraviesan La Plata terminaron de consolidarse como los vertederos naturales de materia fecal y residuos químicos. Hoy son cauces muertos por los que viajan a diario cientos de toneladas de los peores desechos contaminantes que genera nuestra Región. Claro que pocos lo ven; sin contar las cerca de 35 mil personas que viven sobre sus orillas.

En su mayoría muy humildes -ya que la vera de los arroyos, por ser territorio fiscal, resulta campo fértil para asentamientos-, esas familias pagan hoy con enfermedad buena parte de las comodidades que otros disfrutan. Por negligencia del Estado, los residuos de pesticidas que nos permiten tener alimentos frescos y hasta la carga del camión atmosférico que desagota la cámara de nuestra casa terminan, junto a otros desechos industriales, en el patio de atrás de Pascual Zárate y sus vecinos.

Quien crea, sin embargo, que se trata sólo de un problema para un puñado de familias comete un grueso error de cálculo. Después de pasar por la casa de Zárate, todo ese caudal de contaminación desemboca, sin tratamiento alguno, en el Río de la Plata. No en una playa lejana; sino a novecientos metros de la toma de agua que abastece a la mitad de los platenses.

AGUAS ARRIBA

Unos quince kilómetros aguas arriba de Ringuelet, Rubén Pennone, señala el lugar exacto donde se origina lo que Pascual Zárate llama una "maldición". Oriundo de Romero, en donde vive hace 64 años, Pennone conoce de memoria todo el recorrido de la red cloacal del oeste platense. "Es acá mismo", avisa al llegar a la rotonda de la avenida 520 y la Ruta 36.

En una vieja cámara de inspección de la cloaca que nace en el Frigorífico de Abasto, dos camiones atmosféricos vuelcan su carga. El procedimiento no tendría nada de raro de no ser porque todo lo que se descarga allí sale, unos metros más adelante y por el mismo caño, directo al arroyo Rodríguez.

"Vienen decenas de camiones por día. Es que no tienen otro lugar en toda la Ciudad donde descargar", explica el vecino. Fuentes del Municipio confirman el dato: "Sin plantas de tratamiento para residuos cloacales, hace seis años que se vuelca en ese lugar", reconocen.

Pero lo que termina en los arroyos no es sólo el contenido de camiones atmosféricos. La misma cloaca que descarga sobre el Rodríguez lo hace más adelante, en 173 y 32, sobre el arroyo El Gato, tras recolectar los desechos de cinco unidades penales, el Hospital de Romero y el Barrio Ameb.

"De chico nos bañábamos y veíamos a la gente pescar tararitas acá. Fíjese ahora a ver qué pesca", dice Pennone señalando un caño a cielo abierto por donde una espesa catarata marrón cae sobre el arroyo El Gato en medio de montañas de basura y autos quemados.

Es así que incluso en los períodos de mayor sequía, ni El Gato ni el Rodríguez dejan de correr. Lo que trasladan en su cauce no es agua.

LO QUE NO SE VE

Juan Godoy (20), quien se crió a la vera de El Gato, en Ringuelet, dice que no sabe qué es peor: si cuando el arroyo desborda sobre las casas o cuando baja su nivel dejando a la vista el fondo. "El olor que larga el barro puede llegar a ser insoportable", cuenta.

Pero lo que perciben él y sus vecinos -unas trescientas familias asentadas entre el Centenario y las vías del ramal Roca- es apenas una parte de lo que traslada el arroyo hasta el final de su cuenca. Además de basura y materia fecal, se han detectado niveles altísimos de contaminantes industriales.

De acuerdo con un informe del Centro de Estudios Hidrológicos Ambientales de la facultad de Ingeniería de la UNLP, en El Gato se registra "una elevada concentración del anión nitrato disuelto en la superficie; y una elevada presencia de hidrocarburos y detergentes". Otro estudio -en este caso realizado por el doctor en Química de la facultad de Exactas Lázaro Cafferata- menciona por su parte la presencia de al menos doce elementos contaminantes: hidrocarburos totales, fosfatos, benceno y sulfuros, entre ellos.

"Más de trescientas industrias químicas, petroquímicas, metalúrgicas y papeleras descartan sus efluentes líquidos sobre los arroyos de la Región", asegura un relevamiento realizado por el Centro de Investigaciones del Medio Ambiente de la Universidad Nacional de La Plata. En la Municipalidad de La Plata aseguran que no se sabe exactamente cuántas son, pero admiten que "la inmensa mayoría de las industrias de la cuenca alta de El Gato no tienen estudios de impacto ambiental al día".

AGUAS ABAJO

Aunque se dedica a coleccionar estudios ambientales sobre los arroyos de La Plata, lo que Erica Mantzuranis sabe sobre su nivel de contaminación es resultado de años tratando con quienes viven en sus orillas. Abogada e integrante de la ONG Amor Fuerza y Solidaridad, asegura que allí, "de cuarenta chicos, treinta sufren patologías asociadas al medio ambiente".

"La mayoría tiene parásitos, asma, alergias y manchas en la piel. Y son pocos los que se acercan a la salita sanitaria. Por eso vengo reclamando desde 2007 un médico móvil que recorra al menos dos veces por semana la vera del arroyo. Todavía no lo conseguí", cuenta.

A falta de acciones por parte del Estado, la preocupación por quienes viven a la vera de los arroyos pasa hoy en buena medida por iniciativas individuales. Así lo ve Jorge Butron, un ex marino que se dedica a gestionar ayuda para la gente del Barrio El Triunfo que vive a la orilla de El Gato.

"Me la paso viendo a funcionarios para pedirles asistencia social -cuenta-. Pero todos me dicen más o menos lo mismo: no tienen recursos y no quieren generar falsas expectativas en la gente".

Lo cierto es que aguas abajo, donde Jorge y Erica entre otros pelean contra la negligencia y la falta de recursos, los arroyos no sólo concentran contaminación. También un éxodo incesante de familias sin tierra en busca de un lugar donde vivir. Algunos organizaciones civiles calculan que son alrededor de treinta por mes. Otras hablan de más de cien.

"Un mini Riachuelo"


"El arroyo El Gato es un mini Riachuelo con industrias que contaminan y donde hasta el propio Estado lo hace. Pero lo más grave es que nadie toma en cuenta que desemboca en el Río de la Plata, a metros de la toma de agua que provee a la Ciudad", dice Sergio Federovisky.

Biólogo, militante ambientalista y hoy presidente de la Agencia Ambiental de la Comuna, Federovisky no tiene dudas acerca de cómo uno de los principales arroyos de la región terminó convirtiéndose en un basural flotante: "es producto de la deserción del Estado", asegura.

"La apropiación de ese arroyo como si fuera simplemente un lugar donde tirar todo lo que nos sobra sólo fue posible porque el Estado desertó. Durante muchos años no hizo nada para evitarlo. Si antes la gente no tiraba tanta basura no es porque fuera más educada, sino porque no había impunidad para hacerlo", sostiene.

A su vez, "el tremendo déficit de tratamiento cloacal que tenemos hoy tampoco ayuda -dice Federovisky-. Después de todo, si el Estado no cuida el arroyo por qué esperar que la gente lo haga. Por eso, lo que intentamos hacer desde la Comuna,
modestamente porque no siempre tenemos los medios ni la jurisdicción, es predicar con el ejemplo", sostiene el biólogo.

"Colocamos una barrera flotante de la que se extraen tres toneladas de basura por semana y empezamos a infraccionar a quienes cometen delitos ambientales. Pero lo cierto es que en La Plata ni siquiera tenemos aún una normativa clara", afirma.






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